A raíz de la aparición de los smartphones, nacieron diferentes industrias
complementarias, entre ellas, la industria de las aplicaciones.
Dentro del mundo de las aplicaciones encontramos una diferencia primordial.
Las aplicaciones que cuestan y las que son gratis.
Claramente de las aplicaciones que cuestan, sabemos de donde salen los
recursos para mantener a la desarrolladora de software, sin embargo ¿Qué ganan quienes
hacen aplicaciones gratis?
Además de que la mayoría tienen un buen número de anuncios publicitarios
(que es un ingreso inmediato) lo que sacan de estas aplicaciones son los datos
del usuario.
Dentro de la óptima funcionalidad del software se encuentra el que la
aplicación pueda accesar a cierta información personal, esto adicionalmente a
que absolutamente todas las aplicaciones le piden a los usuarios nuevos que se
registren ya sea vía Facebook o llenando una forma en línea. El punto es que la
empresa ya tiene varios datos del usuario.
¿Y de qué sirven los datos de las personas? Pues para saber dónde están, que
hacen, con quién conviven, qué tipo de juegos les gustan, etc. Esta información
les sirve para desarrollar nuevas aplicaciones y así atacar nichos en
específico, pero el otro negocio en paralelo es vender base de datos a empresas
para impulsar sus ventas.
Aquí entra el dilema ético, ¿Está bien que hagan eso? Si no lo hicieran no
tendríamos aplicaciones gratis ¿Le deberían de decir a la gente que hacen esto?
Las empresas lo hacen, cuando aceptas los términos y condiciones, parte de
éstos es que otorgas permiso a las empresas de utilizar tu información.
La conclusión sería, si tienes apps gratis, considera que tus datos están
siendo utilizados por otras compañías, si no te importa, sigue disfrutando del
software gratis. No te parece; paga por lo que descargas.
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