¿Pagarías por ver a una persona mover cosas de un lado a otro? ¿O por ver un montón de pequeños robots cantando al mismo tiempo?
Es lo que sucede cuando asistes a un show de magia o al ir a Disneylandia, y además no sólo pagas por ésto sino que en la mayoría de los casos, estarías dispuesto a volver a hacerlo.
¿Por qué pagar por algo que aparenta ser tan absurdo?
La clave es preparar al cliente y generar la atmósfera para que entre en ese estado de euforia/magia/alegría/melancolía/etc. y que lo importante no sea tal cual lo que se le está ofreciendo, sino la idea que está recibiendo algo más allá de lo tangible.
El resultado: El cliente baja la guardia y deja que el concepto lo envuelva para disfrutar más el momento.
Atrás de cada producto procura generar una gran historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario